Dios eligió a Su Hijo para ser el vínculo (el enlace) entre el Creador y toda la creación, para reinar sobre las naciones (Sal. 2:6-9); para ser el centro de conexión de la obra de Dios. Sin embargo, el arcángel Lucifer, siendo tan perfecto, pensó que podría ser ese enlace y, por no haber sido elegido, se rebeló y buscó establecer su trono para ser igual a Dios.
Lucifer formó un reino, el Imperio de las Tinieblas, y desconectó al hombre de Dios (La Verdad) en el Jardín del Edén por medio de la serpiente. La humanidad cayó en un vacío total y vive en el reino de las mentiras, el reino de las tinieblas – esta es la triste historia de la humanidad después de la rebelión (Col. 1:13; Sal. 2:2, 3; 2 Co. 11:3; Jn. 8:44).
Pero gracias a Dios, Él eligió a Cristo como rey sobre Su Monte Sión (Sal. 2:6-7). El Hijo de Dios engendrado en la resurrección es Cristo. Él era el unigénito y se convirtió en primogénito en la resurrección, fue glorificado, entronizado y exaltado a la diestra del Padre (Ro. 1:4; Sal. 2:7; He. 5:10; 8:1-2). ¡A partir de ahora, toda nuestra historia ocurre en los cielos!