- En todo lo que hacemos en la iglesia el objetivo es la plenitud de Cristo, de modo que los viejos elementos del hombre caído sean reemplazados a través del suministro de la Palabra. Se trata de un proceso metabólico, que elimina al viejo hombre y lo sustituye por el nuevo hombre. Por tanto, la Iglesia no es una mera organización humana, sino un organismo vivo (Efesios 4:20-24; 5:26-27).
- Un solo miembro no define a todo el Cuerpo, pues hay que verlo colectivamente. Un miembro solo no hace nada, sino que solamente el Cuerpo hace la voluntad de Dios. No nos creamos más de lo que debemos ser. Cada uno tiene una función y debemos contentarnos y ser fieles a la función que Dios nos ha dado (1 Corintios 12:14-17).
- En la Iglesia no miramos al individuo sino que vemos el todo, los miembros del Cuerpo. Sé fiel a lo que Dios te dio y donde te colocó. No uses tu propio camino o negocies para cumplir una función que no te corresponde. Dios es quien dispone a cada uno como miembros y distribuye las funciones. Todos servimos al Cuerpo y luchamos por Sus intereses (1 Corintios 12:18, 25).
- “La buena elocuencia o sólo el conocimiento bíblico del que predica pueden engañar. Es necesario comprobar si el que predica ha producido frutos de verdad. Con la inmersión en la palabra, amando y practicando la palabra profética, predicando el evangelio, haciendo colportaje, cuidando de las personas y edificando la iglesia, el fruto de la verdad se produce”. (Alimento Diario, libro 4, semana 1, miércoles, pág. 14).