- La enseñanza de Jesús no era suya, venía de la revelación de Dios. Las hermosas enseñanzas vienen de los hombres, pero lo que viene de Dios produce edificación. Jesús es un modelo de hombre que santificó el nombre del Padre en la tierra; hoy, la esfera donde esto acontece es en la iglesia, en el Cuerpo de Cristo. Necesitamos ser limpios y purificados, de manera que Dios no encuentre resistencia al hacer Su voluntad a través de la iglesia (Juan 7:16-18).
- Las simples enseñanzas, sin sabiduría de lo alto, no resultan en la edificación de la iglesia. El hombre natural no puede entender las cosas espirituales. Cristo murió, resucitó y regresó como el Espíritu de realidad, entrando en aquellos que creen en Él y engendrando a la iglesia. Cristo, como la escalera, hace la conexión de la tierra con los cielos. Vemos desde lo alto lo que el hombre natural no puede ver (1 Corintios 2:7-15).
- El pueblo de Israel en el desierto representa a nuestro hombre natural, que habla contra Dios y contra el que habla por Él. Cada crisis se origina en el pueblo de Dios que vive en la esfera de la tierra, incapaz de entender lo que Dios está haciendo en los cielos. Por eso se quejaron de Dios y de su líder Moisés (Juan 3:11-13; Números 21:5-7).
- En su libertad natural, el hombre toma sus decisiones. En el plano celestial, las elecciones están en las manos de Dios, cabe a nosotros oír Su hablar. Por lo tanto, no podemos exaltar al hombre, teniendo preferencia por uno u otro predicador; es Dios quien hace Su obra. (Alimento Diario, Libro 6, Semana 3, miércoles, pág. 44).