- Al insistir en permanecer activo después del final de su misión, Juan el Bautista perdió su utilidad y también la guía del Espíritu. Cuando insistimos en continuar nuestro ministerio sin la dirección del Espíritu, perdemos la unción, y la obra de Dios no se puede lograr a través de nosotros. Uno puede continuar hablando palabras hermosas, bautizando y tratando de servir, pero este servicio ya no hace la obra de Dios (Juan 3:22-24).
- Cuando alguien pierde la unción y la dirección del Espíritu, pero insiste en hacer la obra, termina entrando en cuestiones de prácticas religiosas, que solo generan discusión y no vida. Aquellos que no están alineados con la palabra profética tienden a enfocarse en asuntos necios, palabras hermosas lanzadas al aire, que no producen nada (1 Timoteo 1:4-6; Juan 3:22-25).
- La novia, la iglesia, no es ajena a Cristo, sino que es su aumento o ampliación. Por eso Dios desea llenarlo con Cristo mismo. Para esto, Dios hace el lavamiento por la palabra, que quita todos los elementos del viejo hombre y lo llena de Cristo como realidad hasta la plenitud. Cuando cada uno de nosotros esté lleno de Cristo, ¡la iglesia será Cristo! (Juan 3:30; Efesios 3:19; 1 Corintios 12:12).
- “Si aún hacemos las cosas y tomamos decisiones por nosotros mismos, conforme a nuestra propia voluntad, estamos lejos de ser encabezados por Cristo. Solamente cuando seamos encabezados por Él podremos comprender, junto con todos los santos, cuál es la anchura, longitud, la profundidad y la altura de las dimensiones de Cristo (Efesios 3:18-19). (Alimento Diario, Libro 3, Semana 8, viernes, p. 132).