- Jesús quería mostrar a los judíos que Él era el enviado, y ellos querían una prueba. Ellos dijeron que Dios les había dado una señal para que el pueblo creyera en Moisés. Ellos querían esa misma señal, no un pan espiritual, sino un pan para alimento físico. Era como si ellos dijeran: “si tú, Jesús, llenas nuestra despensa de pan diariamente, creeremos en Ti”. Sin embargo, el verdadero pan de Dios es el que desciende del cielo y da vida al mundo. (Juan 6:28-40)
- El Señor necesita llevarnos a otra espera, solo allá veremos que el verdadero pan del Cielo es el que nos da vida. El regalo perfecto de Dios al hombre no es el pan que perece, sino el pan que desciende de cielo, de la esfera donde Dios está, en la dimensión donde Él vive, la eternidad. (Juan 6:33; Santiago 1:16-18)
- El pan del cielo nos alimenta y nos da la vida eterna. Fuimos engendrados en la dimensión donde Dios está. Después del nuevo nacimiento, tenemos la naturaleza de la dimensión de Dios. Fuimos engendrados por la Palabra de verdad que está en la eternidad. (Juan 6:33; Santiago 1:16-18)
- Si realmente amamos al Señor, no seremos lanzados hacia afuera, Dios cuidará de nosotros. Jesús, el enviado, no hacía Su propia voluntad, sino la voluntad del Padre: la resurrección en el último día de aquellos que Le fueron dados. La resurrección del último día es la resurrección de la vida. La resurrección es para vida eterna. ¡Eso nos alegra! Jesús es el pan que descendió del cielo para darnos la vida eterna. (Juan 6:37-40; Juan 5:29; 1 Corintios 15:20-23, 51-54)