- La primera sección del Evangelio de Juan (capítulos del 1 a 13) muestra que Dios quiere darnos Su vida eterna. Para que se cumpla la voluntad de Dios, que Cristo sea la Cabeza sobre todas las cosas, es necesario que el hombre reciba la vida eterna. Lo que Dios no quiere es implantar una organización religiosa en la tierra que enseñe a los hombres muchas normas de conducta para mejorarlos, sino que sean cambiados, de hecho, es la vida eterna (Juan 3:16, 36; 5:24; 6:40; Efesios 1:9-10).
- La vida divina y eterna es abstracta e inexplicable. Para que el hombre reciba Su vida, Dios envió Su Palabra al hombre. Esta Palabra no es simplemente un medio de comunicación, sino el propio Hijo de Dios, Jesucristo, como el Verbo que estaba en el principio con Dios y nos fue enviado, lleno de gracia y de verdad. Solo basta que el hombre reciba la Palabra que Dios ha enviado para que él tenga vida eterna (Juan 1:1,4,14; 5:24).
- La complicación del hombre en aceptar al Hijo de Dios que vino a la tierra, impidió a los judíos y a los líderes religiosos recibir Su Palabra. Ellos amaban más las tinieblas que la luz. Aunque seamos incomodados por la exposición de la luz, debemos permanecer en ella, porque en algún momento ella hará Su trabajo, dándonos vida y transformándonos (Juan 3:19-21; 8:12).
- La Iglesia es el Cuerpo de Cristo y debe ser encabezada por Él. El celo del Señor Jesús nos revela Su deseo de hacer una limpieza profunda en la Iglesia, para que ella vuelva a ser pura y sencilla, luchando sólo por la edificación del Cuerpo y no por intereses humanos. Vamos a celar también la casa de Dios y seguir el ejemplo del Señor Jesús (Alimento Diario, Libro 5, Semana 1, lunes, pág. 8).