- Simón recibía al Señor en su casa, Marta servía, María lo ungía, y la casa se llenaba del aroma del bálsamo precioso. Esta es la miniatura de la vida de la iglesia. Somos los pecadores que han ganado la gracia, los paralíticos que han vuelto a caminar, los ciegos que han recuperado la vista, los que han sido resucitados por Cristo y se les han desatado las ataduras para ser útiles en el frente de la obra. Estamos locos por el Señor y nos desperdiciamos por Él (Juan 12:1-3; 9:1-12; 11:39-44).
- Para que el rey Jesús pudiera montar el pollino, era necesario que el pollino nunca hubiera sido montado antes. ¿Quién es este pollino? Son los humildes de Betania los que entronizarán al Señor; el pequeño rebaño que busca primero el reino; los judíos débiles que quieren reedificar los muros; la iglesia en Filadelfia, que tiene poca fuerza, pero confía en la palabra del Señor, y tiene a Aquel que tiene la llave de David, que abre, y nadie cerrará. Son los que están atados a la vid más excelente, que tiene abundante jugo de uva. Es por eso que estamos siendo transformados, y tenemos los ojos brillantes de vino y los dientes blancos de leche (Mateo 21:1-11).
- No podemos vivir la vida de la iglesia en la esfera natural, sino que debemos vivirla en la esfera de la resurrección. La iglesia es un producto de la resurrección. No podemos vivir por nuestra vida del alma, haciendo la voluntad del ego y del yo. (Juan 12:25).
- Jesús rechazó el momento de fama y popularidad que ganó después de la resurrección de Lázaro. Su vida se basaba en hacer la voluntad del Padre. El Señor no se echó atrás, porque sabía que había venido a la tierra precisamente por ese momento. ¿Cómo glorifica el Señor Jesús a Dios? Permitiendo que la gloria de Dios se vea en Sus acciones como hombre. Debemos hacer la voluntad del Padre no por habilidad humana, sino por obediencia a Dios. Glorificamos a Dios cuando llevamos a cabo la doble misión de edificar la iglesia y traer de vuelta al Señor (Juan 12:26-28; 17:4).