1. Aprendimos como llenarnos del Espíritu, hablando entre nosotros. Ya no somos superficiales, sino que nos hablamos unos a otros y asimilamos la palabra en nosotros (Efesios 5:18). Por la inmersión somos enseñados, amonestados, advertidos e iluminados.
2. ¡Vivimos un momento único! Las iglesias de toda la tierra pueden acceder y practicar la misma palabra. Esto sacude las puertas del infierno y hace avanzar al Ejército de Dios. ¿Cuál es nuestro contenido? La palabra y el Espíritu. Por eso hagamos que la palabra habite abundante y ricamente en nosotros (Colosenses 3:16).
3. ¡No sea una persona sin contenido! ¡Haz que la Palabra habite en tu corazón, por la inmersión! Así ella morará en ti y constituirá un tejido de amor. La palabra trae a Dios, que es amor. El producto final que Dios quiere obtener es el amor, pero ese amor se teje con tu participación.
4. Al recibir y obedecer la Palabra, predicar el Evangelio, cuidar a las personas y servir con los hermanos, estamos tejiendo un tejido de amor, el resultado final de la obra de Dios que permanecerá para siempre.