- En la Iglesia, todos somos siervos del Señor, y no hay competencia por posición, pues somos miembros del Cuerpo de Cristo, un organismo vivo; no es una cuestión de posición, sino de función (Apocalipsis 1:1; Romanos 12:4-5).
- Un siervo no espera reconocimiento, elogio o aplausos. Somos siervos de Dios y queremos ser útiles a Él. (Lucas 17:7-10).
- El Señor revela Sus Palabras solo a un siervo con el fin de garantizar que el comando sea único, El apóstol, a su vez, notifica fielmente al grupo de siervos, que divulgan la palabra para todo el Cuerpo. De esa manera, la vida va a circular, infundiendo la verdad entre nosotros. (2 Timoteo 2:2).
- Por tanto, ocupemos nuestra mente con lo que es verdadero, por medio de la palabra que proviene del Señor. Ocupemos nuestros pensamientos con lo que es verdadero, honesto, justo, puro, amable y de buen nombre (Filipenses 4:8) (Alimento Diario, Libro 2, Semana 2, domingo, pág. 40).