- Creer en la palabra hablada a través del canal de Dios engendra la fe. La fe es la invitación a que Cristo entre en nuestro corazón. Él entra y establece un cimiento de amor. A partir de ahí, nuestra historia con Dios y con los hermanos es una historia de amor. No una historia individual, sino colectiva. Nuestra historia con el Cuerpo de Cristo también debe tener el mismo cimiento de amor, en la que vamos entretejiéndonos. (Efesios 3,18-19).
- Todo edificio necesita unos buenos cimientos. Los cimientos, la infraestructura, necesitan ser bien preparados para recibir la superestructura. Cristo ha puesto la infraestructura, el fundamento del amor, en nuestro corazón y está preparando la superestructura del amor inmensurable. No podemos entender las medidas del amor en nuestra mente natural. Pero podemos comprenderlo con todos los santos, en el Cuerpo (Efesios 3:18-19).
- Dios quiere llenarnos y salvar nuestra alma. Para que Cristo habite en nuestro corazón y dirija nuestra mente, emoción y voluntad, debemos cooperar con Él diariamente, dejando que la palabra de vida circule y pase a través de nosotros. Así vivimos en la circulación y comunión de la vida, y Él poco a poco conquista nuestra alma. (Colosenses 3:16; Efesios 3:19).
- “El Padre le había dado (al Señor Jesús) autoridad sobre Su vida, y Él podía decidir entregársela o no. Si él no quisiera, nadie podría quitársela. Incluso con todo el aparato militar, si Jesús no quisiera, los soldados no podrían llevárselo” (Alimento Diario, Libro 6, Semana 1, jueves, página 15).
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