1.No es posible tener fe sin obedecer. Tampoco es posible obedecer sin tener fe. Cuando creemos, la Palabra obra en nosotros eficazmente, con la suprema grandeza del poder de Dios, dándonos fuerza para obedecer Su Palabra y ejecutar Su mandato (1 Tesalonicenses 2:13; Efesios 1:19).
2.La semilla del Reino de Dios que ha brotado en nosotros necesita ser alimentada. Para ello es necesario proporcionarle un ambiente adecuado, desechando todo lo que impide que la vida de Dios crezca. ¡La vida no se puede estancar! (1 Pedro 2:1-3).
3.La santidad no proviene por solo reglas de conducta, sino del hecho de que tenemos la misma vida santa del Padre. Esta vida nos da poder para vivir el amor fraternal no fingido. Por lo tanto, necesitamos despojarnos de las cosas negativas y alimentar la semilla de vida en nuestro corazón (1Pedro 1:15-16, 22).
4.La verdad llena los vacíos de nuestra vida, reemplazando lo falso por lo real y divino. Por eso, es vital que nos sumerjamos en la palabra, para que ella nos transforme, llenándonos de la naturaleza santa de Dios (Efesios 5:25-27) (Alimento Diario, Libro 6, Semana 3, martes, p. 41).
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