1.Nuestra mente necesita ser restringida, no permanecer suelta y libre para pensar lo que le plazca, pues Cristo quiere gobernarla. ¡Una mente puesta en el Espíritu produce vida y paz! (Romanos 8:6; 12:1-2).
2.Al creer en Jesús, Dios nos conduce por el camino de la obediencia a Su palabra, transformando a los hombres caídos en hijos obedientes. Por tanto, no nos conformemos a las pasiones que hay en el mundo (1 Pedro 1:14; 1 Juan 2:15-16).
3.En la lucha contra Satanás y sus potestades, confiamos en la armadura de Dios; que tiene armas defensivas y una sola arma de ataque: la espada del Espíritu, la Palabra de Dios. Ella derriba toda altivez y arrogancia que provienen de la desobediencia, llevando nuestros pensamientos cautivos (obedientes) a Cristo (Efesios 6:13-17; 2 Corintios 10:4-6).
4.El Señor Jesús estaba decidido a hacer la voluntad de Dios. Todo Su sufrimiento en la cruz tenía como objetivo lograr la redención a favor del hombre, poner fin a la vieja creación y liberar Su vida de resurrección para producir la iglesia como la nueva creación y así cumplir la voluntad de Dios (Salmos 22:14-17) (Alimento Diario, Libro 6, Semana 2, viernes, p. 34).