- El Señor Jesús vino a sembrar la semilla incorruptible del reino en nuestros corazones con el objetivo de establecer el reino de Dios en la tierra. El evangelio del reino no es una doctrina, un dogma, sino que es la semilla de la vida de Dios que produce el milagro de la vida al caer en el corazón del hombre. La misión de la iglesia es nunca perder el vigor evangelístico y así continuar la misión del Señor yendo de ciudad en ciudad predicando el evangelio del reino para llegar al corazón de las personas (Mateo 13:1-23; Lucas 8:1).
- El órgano a través del cual recibimos la semilla del reino es el espíritu humano. Sin embargo, esta semilla quiere echar raíces en nuestra alma para obrar un milagro y germinarla para que la vida de Dios pueda comandar nuestros pensamientos, emociones, voluntades y deliberaciones. Por lo tanto, el reino de Dios se establece en el corazón de cada uno de nosotros y Él obtiene una iglesia que hace Su voluntad (1 Pedro 1:23).
- El reino de Dios se establece a través de Su iglesia. No somos una institución religiosa humana, sino un organismo vivo. El Señor es la vid verdadera, nosotros somos los pámpanos, y el Padre es el labrador, el dueño de la viña. Él no es el agricultor de una tierra física de muchas hectáreas, sino el agricultor de nuestros corazones, trabajando hasta que el reino de Dios se levante en la tierra, expulse al reino de las tinieblas y establezca el reinado milenial de nuestro Señor Jesucristo (Juan 15:1-5; Apocalipsis 11:15).
- Jesús, que estaba con el Padre desde el principio, se despojó humildemente de sí mismo, dejando Su posición divina, para hacerse hombre, rebajándose a la condición de siervo. El Verbo se hizo carne y vino a la tierra para sacrificarse por nosotros, para que Dios pudiera dar vida al hombre a través de Su palabra (Juan 1:14) (Alimento Diario Libro 6, Semana 3, lunes, p. 39).
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