- La iglesia necesita la palabra certificada que viene de Dios. Cuando la iglesia recibe la palabra, hay comunión y circulación de la vida. A través de la inmersión, la transcripción y el hablar los unos con los otros, la vida circula cada vez más y la obra de Dios es hecha. Todo sucede a través de la palabra y por su circulación en el Cuerpo de Cristo, del cual somos miembros (Juan 1:1; 1 Juan 1:1-3; Efesios 5:18,19).
- Sólo la palabra que viene de Dios trae vida. Ningún hombre ni sermón tiene la capacidad de suplir vida, porque sólo Cristo es la vida eterna. El origen de la palabra debe ser de Dios, no del hombre. Todo proviene de la revelación de Jesucristo (Juan 17:3; Gálatas 1:11,12; Colosenses 1:25-27; Apocalipsis 1:1).
- El único gobierno perfecto es el gobierno en la vida, donde Cristo, como Cabeza, hace circular la vida a través de la palabra. Fuera del gobierno en vida, sólo tenemos organizaciones imperfectas, con gobernantes y gobernados (1 Juan 1:1-3; Efesios 2:19-22, 4:16; Colosenses 1:18).
- La palabra es como agua que nos limpia, quitando de nosotros elementos nocivos, similar a lo que hace el torrente sanguíneo en el cuerpo humano al pasar por todas las células. Por un lado, transporta nutrientes y oxígeno, generando energía para las células; por otro lado, descarta y elimina las toxinas que tanto dañan el organismo. (Efesios 5:25-27). (Alimento Diario, Libro 4, Semana 4, jueves, página 65).
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