- Dios nos dio a Cristo como la buena tierra para nuestro disfrute, a fin de trabajar en ella. Nuestros adolescentes hacen esto muy bien: por medio de la inmersión y transcripción de la palabra, que es Cristo, esta se va trabajando e inculcando en sus corazones y produciendo realidad espiritual (Deuteronomio 6:6-9; 8:7-10; Colosenses 3:16).
- Lo que disfrutamos de Cristo, como la buena tierra, lo traemos a las reuniones de la Iglesia y hacemos de ellas una fiesta. ¡La vida de la Iglesia es un vivir de fiesta! (Deuteronomio 16:15-17; 1 Corintios 14:26; Efesios 5:19).
- Dios quiere que Cristo encabece todas las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra. Por eso, Dios entregó a Cristo a la Iglesia, que tiene esta responsabilidad (Efesios 1:9-10, 22-23).
- El deseo del Señor de aquí en adelante es que el vivir de la Iglesia tenga reuniones festivas y llenas de disfrute. La tristeza ya pasó, ahora es tiempo de alegría (Alimento Diario, Libro 4, semana 1, lunes, pág. 9).