- El reino de Dios llega donde la vida divina establece una esfera de dominio. Él puede gobernar, sobre todos los que tienen Su vida. En esa esfera, Dios hace Su voluntad y Su nombre es santificado. Aunque la tierra sufre hoy por la rebelión de Satanás, Dios está obteniendo una manera de hacer Su voluntad a través de la iglesia. Él quiere hacer Su voluntad entre nosotros sin resistencia (Juan 3:5; Mateo 6:9-10).
- A menudo somos engañados e inconscientemente priorizamos otros intereses por sobre la voluntad del Señor. El viejo hombre tiene otras prioridades y es ajeno a la voluntad de Dios. No es por la buena enseñanza que cambiaremos, sino por el llenar de Cristo en nuestro ser. Por la inmersión en la palabra tenemos la circulación de la vida, transformando nuestro ser poco a poco. Así, Cristo se convierte en la Cabeza. No es por el buen comportamiento, sino por la vida de Dios (Mateo 6:9-10; Romanos 7:22-25)
- Incluso en la iglesia, el viejo hombre vive como si estuviera haciendo cosas para Dios, cuando en realidad, es contrario al Señor y a favor de sí mismo. Jesús vino en forma de siervo, no hace nada por Sí mismo, sólo la voluntad del Padre, santificando Su nombre. Si pensamos que podemos hacer algo por Dios, corremos el riesgo de caer en este engaño. Dios debe tener Su gobierno en la iglesia. Ningún hombre natural es confiable. No disputamos seguidores, posición o fama en la iglesia. ¡El único que tiene seguidores es el Señor! (Mateo 18:1; 3 Juan 9-10; Gálatas 4:16; Hechos 20:29).
- “Cristo trae consigo la esencia de Dios, que es luz y amor. La luz nos separa de las tinieblas y nos permite estar llenos de amor. Por lo tanto el resultado será el amor. Aunque compuesta de diferentes miembros, la iglesia se convertirá en el Cuerpo de Cristo en plenitud porque los miembros están llenos de la plenitud divina” (Alimento Diario, Libro 6, Semana 3, martes, pág. 40).