- En la vida de la iglesia que el Espíritu Santo estableció, los hermanos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles y en la comunión, en el partimiento del pan y en las oraciones. Todo comienza con la palabra de la enseñanza de los apóstoles, que Cristo establece para dar dirección a la iglesia; y nadie, por elocuente o erudito que sea, tiene derecho a presentar otra doctrina (Hechos 2:42).
- La perseverancia en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en las oraciones produce la vida de la iglesia normal; y en el alma de todos hay temor, porque es Dios quien gobierna. La práctica de la comunión en la enseñanza de los apóstoles, a través de la inmersión en la palabra profética, produce la realidad del reino de los cielos y también los vencedores que participarán en la manifestación del reino (Hechos 2:42-43).
- El principio de ofrendar bienes materiales no depende de nuestra profesión ni de nuestros ingresos, porque todos somos conscientes de que somos miembros del Cuerpo de Cristo y que lo que tenemos pertenece al Señor. Somos administradores de los bienes que el Señor mismo nos ha confiado. El Señor nos permite tener nuestra calidad de vida, pero nos da la responsabilidad de administrar Sus recursos materiales (Hechos 2:44-45).
- “¡Nuestra fuente es el YO SOY, el Verdadero! Por eso es necesario que vivamos conectados al árbol de la vida. No nos dejemos engañar por ningún estándar humano elevado. ¡Elijamos la vida!” (Alimento diario, Libro 2, Semana 3, lunes, p. 42).