- Todos los enemigos alrededor de Jerusalén estaban descontentos con la reedificación de la ciudad. Cuando estamos reconstruyendo los muros, los enemigos que nos rodean no se sosiegan. Pero Jerusalén no es tierra de nadie. Allí se sigue el mandato de Dios. Es Dios quien da éxito en la tarea de hacer que Cristo encabece todas las cosas (Nehemías 2:19-20; Efesios 1:22-23).
- Nehemías se dispuso y la buena mano de Dios lo bendijo. Debido a que había una voz de mando, el pueblo se puso a trabajar, uno reedificando al lado del otro. Cada uno hacía su parte, junto a su hermano. Trabajaban juntos, pero cada uno era consciente de su responsabilidad en la edificación (Nehemías 3:1-32).
- Ante los ataques sufridos, la postura de Nehemías fue orar a Dios. No usamos las mismas armas de las tinieblas, como la mentira y la difamación. En ese momento, confiábamos solo en nuestro Dios, que seguramente estaba escuchando las burlas y mentiras difundidas por los enemigos. Nuestra respuesta a los ataques del enemigo es la oración (Nehemías 4:1-9; Lucas 23:1-12).
- Cuando la Iglesia, realmente, tenga a Cristo como cabeza, ella será Su plataforma, usada por Él para llenar todo lo demás. (Efesios 1:22-23) (Alimento Diario, Libro 2, Semana 4, miércoles, pág. 61)