- Hoy tenemos la base correcta de la unidad de la iglesia – una iglesia en cada ciudad – y la palabra profética, por la cual Cristo gobierna a Su iglesia, dándonos la dirección y el orden de Dios. Aprendemos a vivir en el espíritu porque la iglesia es celestial. Este fundamento hizo posible que toda bendición derramada fuera para todo el Cuerpo (1 Corintios 1:1; 2 Pedro 1:19; Juan 4:24; Apocalipsis 1:1).
- Con muchas divisiones, surgió un ambiente de competencia por quién tendría la mejor verdad bíblica, la mejor predicación o quien sería más espiritual. Dieron más énfasis en los mensajes que en llevar a cabo la obra de Dios. Así, la iglesia perdió la utilidad de dar fruto para el Señor. Lo que le interesa al Señor es la palabra profética que da fruto. Ya no hay tiempo para discutir doctrinas (Marcos 12:1-2).
- Nuestro corazón es la tierra para recibir la semilla del reino, que es la palabra del reino. Debemos escucharla para que dé frutos. Necesitamos tener un corazón correcto para escuchar la Palabra. Un corazón duro critica, elige qué palabra es conforme a su propia filosofía y no recibe la palabra del reino (Mateo 13:14-15).
- “Sobre esto, Pablo le dice a Timoteo: “Medita en estas cosas, y sé diligente en ellas, para que tu progreso sea manifiesto a todos” (1 Timoteo 4:15). ¡Medita, rumia, haz la inmersión! Si tragamos la palabra como hace el cerdo y el perro con su comida, no progresaremos espiritualmente. Si practicamos el rumiar, sumergiéndonos en la palabra, el Señor nos dará entendimiento en todo (2 Timoteo 2:7)” (Alimento Diario, Libro 4, Semana 2, miércoles, pág. 29)