- Éramos ajenos a la vida de Dios y no teníamos acceso a Él. De repente, Dios envía la Palabra de vida, que es una Persona, Cristo mismo que se hizo hombre para ser visto, contemplado, palpado por las personas, y todo el que cree en Él no perece, sino que obtiene la vida eterna. (Juan 3:16).
- La Palabra de vida es Cristo mismo, la vida eterna que Dios quiere dar al hombre. El apóstol Juan proclama a Cristo de manera concreta como una Persona real con la que tuvo experiencias reales, personales e íntimas. La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad. (Juan 1:14).
- En la experiencia de sanidad de la mujer enferma, podemos ver que Jesús era alguien a quien se podía tocar. Sin embargo, en esa ocasión, muchos tocaron el cuerpo de Jesús, pero solo una persona tocó Su vida. Jesús era la vida misma y podía transmitirla a todos los que Lo tocaban con fe. (Marcos 5:24b-34).
- Jesús nunca tuvo orgullo en Su corazón, sino que solo hizo la voluntad del Padre; Nunca se comportó inconvenientemente, nunca buscó Su propia gloria, ni hizo Su propia obra. (Juan 6:38). (Alimento diario, Libro 5, Semana 1, miércoles, p. 13).
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