INMERSIÓN DIARIA Sábado | M.04 La Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios

  1. Deuteronomio nos muestra la riqueza de la buena tierra de Canaán. El manantial profundo es como el Padre, la fuente es como el Hijo que es la Palabra, la comunicación con la tierra; y el arroyo es el Espíritu. Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu para poder llegar hasta nosotros, para fluir como el agua hasta nosotros (Deuteronomio 8:7; Juan 1:1,14; 7:37-39).
  2. El Espíritu de Dios y el Espíritu de Cristo habitan en nosotros. Así también, “el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos” mora en nosotros. Romanos 8:11 continúa diciendo: “por su Espíritu que mora en vosotros”. Dios está en ti, por medio de Cristo y del Espíritu (Romanos 8:9-11).
  3. Jesús estaba en Dios y quería llevarnos para dentro de Dios. Por eso tuvo que morir primero, de Su costado fluyó sangre y agua, para nuestra redención y regeneración. Nacer de nuevo a fin de ser, en espíritu, colocados en Dios por medio de Cristo. Esa es la morada, no una mansión celestial. Dios quiere que tú, en Cristo, ¡mores en Dios! (Juan 14:1-17, 20, 23).
  4. “Si vivimos en nuestra naturaleza terrenal, surgirán conflictos de sentimientos o motivaciones en nuestro corazón. Entonces será el momento de volver al gobierno de Cristo para restaurar la paz. Somos bendecidos porque estamos bajo el reino de Dios, siendo edificados en amor. ¡Aleluya!” (Alimento diario, Libro 5, Semana 4, sábado, pág. 70).

 

 

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