- Dios quiere edificar y santificar la Iglesia. Él no quiere que nos perdamos con curiosidades bíblicas, y sí que ejecutemos Su obra. Para eso, necesitamos tener aprecio por la palabra apostólica (1 Timoteo 1:3-7).
- No anunciamos genealogías y fábulas, sino a Cristo, la Palabra que hace la vida circular en la Iglesia, produciendo la comunión del Cuerpo, introduciendo su unidad (1 Juan 1:1-5).
- La predicación de los apóstoles no proviene del hombre, sino de la revelación que Dios les da. El Señor Jesús no hablaba Sus propias palabras y no hacía Su propia voluntad, sino la de Aquel que Lo envió. Cuando la palabra viene de Dios, el propio Espíritu habla y trae Su poder (Gálatas 1:11-12; Juan 14:10).
- Escuchemos lo que Dios habla, sigamos de cerca la palabra profética y cuidemos nuestro corazón para no exponernos a la maldad del enemigo de Dios. (Salmos 119:11; Proverbios 4:23). (Alimento Diario, Libro 2, Semana 2, sábado, pág. 38).