1.La degradación de la iglesia comienza cuando se pierde el amor por la palabra de los apóstoles. Sin embargo, cuando se recupera este amor por la palabra, el Señor restaura la iglesia a la condición que Él siempre deseó (3 Juan 9-10; Hechos 2:42).
2.La palabra del apóstol no tiene origen en él mismo, sino que es la revelación de Jesucristo. ¡Es Dios quien da la revelación! Él usó a Pablo como un vaso maravilloso e hizo que el evangelio se expandiera (Hechos 9:15-16; Gálatas 1:11-12; Apocalipsis 1:1).
3.La influencia de la cultura griega provocó división en las iglesias del primer siglo, al introducir en ellas el principio democrático de que todos pueden expresar su visión de la palabra de Dios. Debemos tener cuidado de no caer en este mismo error y actuar como María y Aarón, cuando el Señor levanta a una persona como Su canal (1 Corintios 1:11-13; Números 12:1-2, 6-7).
4.Cuando alguien oye al profeta, necesita saber de quién proviene la palabra profética. Lo importante es que Dios sea la fuente. Cuando la palabra del profeta se cumple, ciertamente fue Dios quien realizó la obra (Juan 5:22-24) (Alimento Diario, Libro 4, Semana 1, Viernes, pág. 16).
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