1.Hay una lucha entre dos reinos: el reino de Dios, que es un reino de vida, y el reino de Satanás, que sólo produce muerte, por medio de la mentira y del mundo y sus concupiscencias. Pero, en medio de esta guerra, Dios está formando un ejército de jóvenes santos, una generación emocionalmente resiliente, que no cae por cualquier motivo y está en la comunión de vida, siendo llenada por la verdad, que es Cristo (Salmos 110:3; 1 Juan 2:16-17).
2.A través de la experiencia de la cruz, el poder y la eficacia de la muerte y resurrección de Cristo fueron agregados al aceite sagrado de la unción, que es el Espíritu. Cuando servimos al Señor según Su voluntad, tenemos buena conciencia y sentimos la unción fluyendo de nosotros, porque ella tiene la presencia del Señor, tiene Su aprobación. ¡De esta manera tenemos paz y alegría! (1 Juan 2:27; Éxodo 30:23-25; Juan 7:37-39; 1 Timoteo 1:18-20; 4:1-2).
3.La unción indica la presencia del Señor. No hay nada mejor que servir al Señor teniendo Su presencia, teniendo Su descanso, tal como Dios le prometió a Moisés: “Mi presencia irá contigo, y te daré descanso”. Servir al Señor implica muchas luchas y labores, pero quien hace la obra por nosotros es la presencia del Señor. ¡Necesitamos aprender a trabajar en el descanso! (Éxodo 33:12-15).
4.Cuando nacemos del Espíritu, la unción viene a habitar en nuestro espíritu y nos enseña a permanecer en Cristo. Él quiere que Lo invitemos a vivir en nuestro corazón, invadir nuestra alma por completo y llenarnos con la verdad. Por tanto, vamos a oír con fe la palabra recibida, inculcándola en nuestro corazón y tener un vivir de santidad, justicia y amor en la edificación de la Iglesia (1 Juan 2:28; Juan 3:5-8; 1:12; 2 Corintios 5:8–10; Romanos 12:2; Efesios 3:17-19; Juan 15:2-7; Hebreos 4:2-3; 1 Tesalonicenses 3:12-13).
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