1.“Ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser”. Cuando creemos en la palabra de verdad, el evangelio de nuestra salvación, nacemos de nuevo, nacemos del Espíritu. Se generó en nosotros un ser espiritual, divino y santo. Él está oculto y necesita ser formado, crecer, ser alimentado hasta que esté listo para nacer. No se trata de otro ser, sino que somos nosotros mismos como el nuevo hombre, la nueva creación, creada según Dios, con Su naturaleza santa, por tanto, sin pecado. Cuanto más crece y gana personalidad este ser, más disminuye el viejo yo y su personalidad es reemplazada por la del nuevo hombre, a medida que Cristo se va formando en nosotros (1 Juan 3:2; Juan 1:12; 3:3; Gálatas 2:20).
2.Amarnos unos a otros es prueba de que el Hijo de Dios está creciendo en nosotros, porque en nuestro hombre natural somos egoístas y no tenemos la naturaleza capaz de amarnos. El rostro de Caín decayó, enojado, indignado y celoso de su hermano, generó odio y resultó en homicidio. Este es el camino de Lucifer, quien vio frustrada su intención de ascender a ser igual a Dios y se rebeló, convirtiéndose en el adversario de Dios. Proyectó su odio contra Cristo sobre Caín. Si usted no fue aceptado, algo anda mal, y es necesario ir al Señor para obtener luz, arrepentirse y cambiar para ser aceptado (1 Juan 3:11-12; Juan 13:29-35; Sal 2:1- 6; Génesis 4:4-6).
3.Dios quiere producir un gobierno por Su vida en la tierra. El día que el hombre comió del árbol del conocimiento, la muerte pasó a reinar sobre él. No murió físicamente, pero fue envenenado y sus ojos fueron abiertos para juzgar todo y a todos por el filtro del bien y del mal. La muerte entró y comenzó a gobernarlo por sus ojos abiertos, llevándolo a hacer la voluntad del imperio de las tinieblas. Es imposible amarnos unos a otros con los ojos abiertos. Nosotros, sin embargo, actuamos según el gobierno de la vida. Amamos la Palabra de vida, que nos introduce en la comunión de vida. Así, tenemos la vida y la naturaleza de Dios, que nos llevan a amarnos cada vez más unos a otros (1 Juan 3:14-16; Génesis 2:9, 17; 3:4-5).
4.Por un lado, Dios le dio al pueblo de Israel mandamientos y estatutos, como el Pentateuco. Por otro lado, en la vida cotidiana, al caminar con Dios, el pueblo tenía Su voz. Dios habló de manera dinámica en cada momento. Y Moisés era la voz de comando del SEÑOR. Los mandamientos dados en el monte Sinaí no fueron suficientes para la acción del pueblo en el día a día. Desde la Reforma, los cristianos han tenido la Biblia, pero no han salido de la degradación. Tenemos la Biblia y tenemos el hablar vivo, la palabra profética, como la voz dinámica del Señor, Su mandato para cada momento. Tenemos la Palabra de vida, que produce la comunión de vida, que nos nutre y vivifica. En esta condición amamos
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