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INMERSIÓN DINÁMICA | Mens.11. Apóstol, el dispensador del misterio de Dios
Colosenses 1:18-19 – En el plano de la nueva creación, Cristo es la cabeza de la Iglesia, el principio, el origen, el primogénito de entre los muertos y tiene la preeminencia. Él fue el primero en resucitar de entre los muertos y por Su resurrección fuimos trasladados de plano, del plano material y terrenal al plano celestial, de la Iglesia y de la eternidad, donde está Dios.
Colosenses 1:18 – Me incomoda hablar de la preeminencia en una dimensión meramente teórica. Los estudiosos dicen que Pablo quiere, en Colosenses, resaltar la preeminencia de Cristo. Pero eso todavía suena teórico. No sirve de nada salir de aquí diciendo que Cristo tiene la preeminencia entre nosotros. Cristo tiene la preeminencia no es solo un verso de grito de guerra. Cristo tiene la preeminencia en los lugares que Él llena. ¡Donde Él no llena, Él no tiene preeminencia! Por eso es importante la inmersión en la Palabra, ¡porque Cristo es trabajado en nosotros y nos llena en todo!
Dios nos dio un regalo para renovar nuestra mente, ¡la inmersión! Nuestro espíritu ya está conectado con Dios, pero necesitamos aprender a ejercitarlo. En la inmersión empezamos a ejercitar el espíritu, invocando el nombre del Señor y hablando entre nosotros. Nuestra mente se renueva y la puerta del alma se abre al fluir de la gracia. Invitamos a Cristo a hacer morada en nuestra alma y así la Palabra tiene efecto en la mente, la voluntad y la emoción. Así se cumple el objeto de la Palabra de la Verdad, que es llenar de verdad y realidad a toda alma. Todo lo que Satanás ha puesto en nosotros es expulsado cuando la Palabra invade nuestra alma. Los pequeños espacios, poco a poco, se van ocupando y se van eliminando los viejos elementos de egoísmo, ego, individualismo y falta de compasión. Dios no quita primero: ¡Él primero pone y luego quita! Él nos llena con la verdad para eliminar las toxinas con las cuales el diablo nos contaminó.
Colosenses 1:24; Efesios 3:1-2; Colosenses 1:25 – Para recibir el río de la gracia, necesitamos un dispensador. Pablo, como apóstol, fue este dispensador que administraba el suplir de la gracia de Dios a la Iglesia. Pablo cuidaba de la despensa de Dios. El dispensador se ocupa de la despensa y el dispensador reparte lo que hay en ella. Todo dispensador pasa por sufrimientos. Nuestro Señor Jesucristo vino a la tierra dispuesto a sufrir. Él era hombre de dolores; sufrió, pero no tomó represalias. Él sabía lo que era sufrir. Hay dos tipos de sufrimiento: el sufrimiento de Cristo para redimirnos y Su resurrección para engendrar la Iglesia. No tenemos parte en ese sufrimiento. Sólo Cristo puede sufrir por nosotros. El segundo tipo de sufrimiento, en el que podemos participar, es para que la Iglesia sea edificada. Para la edificación de la Iglesia, el apóstol participaba de los sufrimientos de Cristo.
Colosenses 1:24; 2 Corintios 1:5-6; 2 Timoteo 2:9-10; Filipenses 1:15-17 – Un apóstol debe estar listo y dispuesto a sufrir por la Iglesia. No debe sufrir por los pecados, la ambición o el interés propio. Los sufrimientos de los que cuidan de la Iglesia son siempre en beneficio del Cuerpo. En estos sufrimientos hay un desbordamiento del consuelo y el aliento de Cristo. Los apóstoles pasan, primero, por sufrimientos que luego llegan a la Iglesia. Ellos son pioneros en el sufrimiento y pioneros en recibir consolación. Así, por el consuelo del que disfruta el apóstol, la Iglesia se salva cuando sufre. El ejemplo del apóstol inspira a la Iglesia y ella lo ve como un paraguas que la protege. El apóstol Pablo soportó todo por los elegidos, para que pudieran experimentar la salvación y la gloria eterna.
Filipenses 3:10 – ¡Los líderes deben aprender a sufrir por la edificación de la Iglesia! Sólo en la comunión de los sufrimientos de Cristo conoceremos el poder de Su resurrección. Sin muerte no hay resurrección. Dios a menudo nos lleva al límite de nuestras fuerzas. ¡Solo allí experimentamos el poder de la resurrección! ¡En el PAC somos llevados a nuestro límite! Cuando somos llevados al extremo, experimentamos, a través de la inmersión, el poder de la Palabra y la resurrección. ¡Tenemos una experiencia inédita y sobrenatural! ¡Ven al PAC!