Mens. 01: Multiplicación y Dominio

Palabra ministrada por el hermano Pedro Dong, transmitida por el Instituto Vida para Todos, directamente desde la Conferencia Regional de Iglesias, en Castanhal- PA, el 26/11/2023. Texto no revisado por el autor.

 

 

 

  1. Estamos iniciando una serie de cuatro mensajes que formarán un libro de cuatro capítulos y el título provisional es: Ejército, Tabernáculo y Buena Tierra. El encargo de esta serie surgió hace semanas atrás durante la reunión de capitanes de tropa en São Paulo, cuando el Señor nos trajo una luz muy fuerte en Su Palabra, que amplió aún más nuestra visión en servirle: Dios ha levantado recientemente a una multitud de adolescentes, amantes de la palabra, llenos de energía celestial, obedientes a Sus mandamientos, orando por las personas en las calles y predicando el evangelio del reino.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    
  2. Ellos constituyen las tropas del ejército de Dios, valientes, que rescatan a las personas en las calles, del imperio de las tinieblas, para introducirlos en el reino de Dios. Estas tropas necesitan comando; el Señor preparó a jóvenes maduros para guiarlos según la dirección del Espíritu. Dios necesita este ejército para introducir Su reino y entronizar a Cristo como Rey del reino de los cielos. 

Salmos 110:1-3 KJA; Efesios 1:19-23; Mateo 16:16-18; Efesios 1:9-10

  1. El Señor Jesús, después de morir por nosotros, según la supereminente grandeza del poder de Dios, Lo resucitó de entre los muertos. Fuimos comprados por la sangre de Cristo para Dios. Jesús ha sido elevado a la diestra de Dios, en los lugares celestiales, hasta que Dios ponga a Sus enemigos debajo de Sus pies. Dios enviará desde Sion el cetro de Su poder, para que Cristo pueda dominar sobre sus enemigos. Sion es la parte de Jerusalén que defiende el reino de David. Estamos aquí para introducir al verdadero David, el Rey de Sion, Cristo Jesús. Sion es la parte fuerte de la Iglesia. Para esto, Dios necesita un ejército. “Tu pueblo se presentará generoso el día de la convocación (…)” (Salmos 110:3 KJA). Este “tu pueblo” son las Iglesias, que generosamente se presentaron para formar este ejército. 
  1. Y, como gotas de rocío en el seno de la aurora, tenemos el ejército de jóvenes santos. A través de este versículo 3, nos dimos cuenta, en el año 2020, que la venida del Señor Jesús está más cerca, así como también vimos que la aurora ya comenzó. ¿Y cuál es la aurora? Es el romper del día, el comienzo del amanecer. Aunque no todos pueden percibir el momento del inicio, a través de la palabra que el Señor nos dio en el 2020, percibimos que la aurora estaba comenzando. Así, vimos que a partir de 2020 las gotas de rocío, que son nuestros jóvenes, adolescentes, preadolescentes y niños comenzaron a surgir, formando este gran ejército de jóvenes santos.
  1. Por un lado, el Señor necesita este ejército para entronizar a Cristo como Rey, el verdadero David. Por otro, veremos que Dios necesita este ejército para otra tarea. Jesús es el Cristo, el Ungido de Dios para realizar una tarea: edificar Su Iglesia (Mateo 16:16-18). Por eso Dios hizo que Cristo se sentara en los lugares celestiales. Cristo fue dado a la Iglesia para ser cabeza de todas las cosas (Efesios 1:22-23, 9-10). Dios necesita la cooperación de la Iglesia para que se haga Su voluntad. Al encabezar la Iglesia, Cristo la llenará con los elementos de la verdad de Dios, por medio de la Palabra; para que ella sea la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. Dios desea llenar la Iglesia de Cristo a través de la Palabra. Vean la importancia de la inmersión en la palabra, de inculcar la palabra en el corazón. 

Mateo 28:18-20

  1. Por lo tanto, la Iglesia necesita cumplir la comisión que Jesús dio antes de ascender al cielo. Cuando predicamos el evangelio, la persona que lo recibe y cree en el Señor Jesús es bautizado por el Espíritu Santo, convirtiéndose en un miembro vivo del Cuerpo de Cristo. Nuestra misión es -> que las personas sean bautizadas en el Cuerpo de Cristo como miembros vivos que funcionan. Por un lado, nuestro Señor Jesús está sentado en los lugares celestiales; pero, por otro, cuando la Iglesia cumple su misión de predicar el evangelio bautizando a las personas para que sean miembros del Cuerpo de Cristo, Él está con nosotros. Cuando oramos por las personas en las calles, Cristo está con nosotros. 

Génesis 1:26-28; Romanos 5:12, 14

  1. ¿Cuál es la misión que Dios le dio al hombre en la creación? Multiplicación y dominio. Necesitamos multiplicarnos para dominar la Tierra para el Señor. Por un lado, esta fertilidad se refiere a la reproducción natural del ser humano. Por el otro, a los ojos espirituales, el hombre necesita ser fructífero en la vida de Dios. Después de que Dios creó al hombre, Él lo llevó al huerto y en medio de éste estaba el árbol de la vida, que representa a Dios mismo, quien quería que el hombre comiera de este árbol, lo que lo haría fructífero en la vida de Dios. Así, al multiplicarse en la vida humana, también se multiplicaría en la vida de Dios. 
  1. Dios quiere que el hombre ocupe los espacios de la Tierra, por medio de la multiplicación, para el dominio. Esta es la esperanza que tuvo Dios cuando creó al hombre, pero sabemos que él cayó en pecado. Satanás, en forma de serpiente, puso duda en la mente de Eva, quien luego comió del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal y dio a su marido. Debido a este engaño, el hombre se desconectó de Dios. El pecado entró en el mundo, asimismo la muerte, y todos pecaron (Romanos 5:12). A causa del pecado, el hombre perdió la función de dominio. El imperio de la muerte reina en este mundo (v. 14). 

Génesis 6:11-13; 12:1-3, 5-7

  1. El hombre ha perdido la función de dominar. Todos los hombres que estaban en la generación de Noé se corrompieron, por eso esta generación fue exterminada mediante el diluvio. A partir de entonces pareció haber una nueva esperanza, pero el pecado todavía dominaba al hombre. Desde Nimrod en adelante, la generación de los hombres comenzó a ser engañada por el dominio de las tinieblas, ya que él comenzó a predicar que no necesitaban temer a Dios, que el hombre podía vivir sin Dios. Pero el hombre siempre necesita ayuda, por eso comenzaron a adorar ídolos. A partir de Nimrod, el hombre se convirtió en idólatra. El hombre creado por Dios para llevar a cabo Su voluntad de multiplicarse y dominar, no sólo perdió esta función, sino que acabó generalizándose en el culto a los ídolos. Toda la Tierra estaba llena de naciones paganas y adoradoras de ídolos. 
  1. Damos gracias a Dios porque Él no abandonó al hombre. En medio de esta generación idólatra, Dios llamó a Abram, para que se cumpliera Su voluntad. Desde Abraham en adelante, Dios ganó la nación de Israel. Esto está relacionado con la tierra. Abraham llegó a la tierra de Canaán (v. 5). Dios prometió dar esta tierra de Canaán a los descendientes de Abraham, pero no le dio la propiedad, no le dio el registro de propiedad, la matrícula (v. 7). Entonces, esta tierra prometida necesitaba ser conquistada, por eso Dios necesita un ejército. 

Génesis 13:14-17; Éxodo 19:4-6

  1. Después de que Lot se separó de Abram, Lot perdió toda bendición y él y su familia tuvieron un final triste: su esposa se convirtió en estatua de sal y él tuvo una relación incestuosa con sus hijas, más allá de la ciudad en la que vivían, que terminó en llamas. Todo esto, porque Lot ya no quería andar con Abram, queriendo tener su propio espacio y ganado, rechazó ser como un hijo para Abram y dejó la empresa de su tío. Ésta es la mayor tontería. Después de esta separación, el Señor le habló a Abram acerca de la tierra prometida (v. 14-16). Cuando Dios promete, debemos pisar la tierra (v. 17). Por eso, necesitamos salir a las calles a predicar el evangelio, pisar la tierra que Él nos dio. 
  1. Sabemos que tiempo después, a causa del hambre, el pueblo de Israel fue a Egipto y permaneció allí por muchos años, siendo esclavizado. Egipto representa al mundo. Aunque estemos en el mundo y necesitemos empleo para nuestra supervivencia, no pertenecemos al mundo, ¡somos del Señor! Entonces, con mano poderosa, Dios sacó a los hijos de Israel de Egipto para convertirlos en un pueblo de Su propiedad especial entre todos los pueblos, porque suya es toda la tierra; serían para Él un reino de sacerdotes y una nación santa. No es una religión, el deseo de Dios es que Su pueblo se acerque a Él, muy cerca. Dios quiere un pueblo cercano a Él (v. 4). Una experiencia orgánica. 
  1. Toda la tierra es del Señor, pero Su tristeza es que la gente que vivía en esta tierra eran paganos. Dios necesitaba un pueblo diferenciado, que fuera suyo. Sólo hay una manera de ser pueblo de Dios, y es a través de la palabra (v. 5). ¡Valoremos la palabra! La palabra profética ha hecho milagros entre nosotros, porque Dios así lo determinó. Es la palabra que hará la obra de Dios. Entonces, necesitamos escuchar diligentemente la voz del Señor, tal como lo han hecho los adolescentes al tomar notas del mensaje. Son obedientes a esta palabra que escuchan, hacen inmersión en ella y salen a predicar el evangelio. Este es el camino para estar cerca a Dios. No se trata de ser un simple religioso, Dios te quiere cerca de Él. ¿Cómo puedes tener intimidad con el Señor? Es por Su palabra. Todos en el reino de Dios le sirven, son sacerdotes (v. 6). Y todos tienen la naturaleza santa de Dios. Dios quiere que todo Su pueblo tenga Su naturaleza y le sirva a Él. Todos los miembros del Cuerpo de Cristo deben funcionar. 

Juan 6:1-14; 12:24; Mateo 13:3-11, 18-19, 23

  1. En la multiplicación de los panes podemos ver lo que Dios desea para Su pueblo. (Juan 6:1). El Señor multiplicó cinco panes y dos peces. Los panes aquí son panes de cebada, provienen de la vida vegetal, que representa todos los cereales. El agricultor planta un grano que al ser enterrado muere en la tierra, pero se multiplica en 30, 60 o 100 granos. El grano de un cereal tiene como objetivo la multiplicación de la vida. El grano necesita de la tierra para poder multiplicarse (Juan 12:24). Dios puso al hombre en la tierra para que pudiera multiplicarse. Los cinco panes de ese niño, que provienen de la vida vegetal, muestran que Dios quiere multiplicar Su vida. Jesús tenía la vida de Dios, Él cayó a esta tierra, pero si Él no estaba dispuesto a morir, no habría multiplicación. Su muerte y resurrección produjeron los muchos granos, que somos nosotros. 
  1. En la parábola del sembrador, Jesús revela que, al sembrar, algunas semillas cayeron en la tierra que no dio fruto (v. 3-7). Pero otra finalmente cayó en buena tierra y dio fruto (v. 8). Debemos tener oídos para oír lo que Dios dice a través del Espíritu (v. 9). A quienes siguen de cerca la palabra profética, Dios revela Sus misterios (v. 10-11). La semilla sembrada es la palabra del reino (v. 19). La palabra que Dios nos está hablando traerá consigo Su reino. La tierra para recibir la semilla es el corazón del hombre. Si tenéis un corazón con tierra fértil, un corazón limpio, no endurecido, sino un corazón que cree, la palabra da fruto; comienza a crecer. Dios quiere que el hombre multiplique esta semilla y llene la tierra, los corazones de los hombres. 
  1. Salimos a las calles a predicar el evangelio porque la tierra está ahí, las personas están allí. Nuestro deseo es que la tierra de las personas contactadas sea buena y que esta semilla se multiplique en sus corazones. Necesitamos predicar el evangelio del reino a la tierra habitada (Mateo 24:14). De nada sirve ganar un pedazo de tierra para el Señor, pero sin nadie. Necesitamos conquistar una tierra habitada para el Señor, es decir, tenemos que ir donde están las personas. El Señor quiere el corazón de los hombres, Él quiere que prediques el evangelio y plantes Su semilla en los corazones de los hombres. 
  1. El Tabernáculo es la habitación de Dios con los hombres. Si no sembramos la semilla del reino, Dios no puede habitar con los hombres. La semilla sembrada en el corazón de las personas es para que Dios tenga un tabernáculo en esta tierra. En la Iglesia está el tabernáculo de Dios. Por tanto, el hombre necesita creer y recibir a Cristo, para tener la vida de Dios (Juan 1:12); el hombre necesita nacer de lo alto, nacer del Espíritu para entrar al reino de Dios y ser guiado por el Espíritu (Juan 3:5-8). 

Romanos 12:4-5; 1 Corintios 12:12-14; Efesios 4:11-13, 3:17-19, 5:18

  1. No somos los muchos granos sueltos, nos hemos convertido en el Cuerpo de Cristo. Este grano de trigo que murió quiere producir un Cuerpo, que es el tabernáculo. Dios sembró la semilla del reino en nosotros y nos hizo un solo Cuerpo, el cual necesita ser edificado como el tabernáculo. 
  1. Dios no quiere cristianos individuales aislados, por eso nos colocó en el Cuerpo para funcionar como miembros. Para esto dio el Cuerpo a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como evangelistas y a otros como pastores y maestros, con el objetivo de perfeccionar a los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo. ¿Cuál es mi ministerio? Edificar el Cuerpo de Cristo. 
  1. El libro de Efesios muestra el plan completo de lo que Dios quiere hacer con Su Iglesia. El objetivo de la edificación es hacer que todos alcancen la unidad de la fe y el pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Efesios 4:13), es decir, Cristo cuidando todo el Cuerpo y llenando a todos los miembros con la realidad divina, hasta que el Cuerpo llegue a ser Cristo mismo. Cristo necesita habitar en nuestro corazón. Él no quiere ser un huésped, sino el dueño de nuestro corazón. Tenemos emociones frágiles, por eso necesitamos que Cristo sea dueño de nuestras emociones, así como de nuestra voluntad. Nuestra base tiene que ser el amor, entrelazando hilo a hilo, para llegar a ser un tejido de amor. Necesitamos ser llenos de la plenitud de Dios. Estar lleno del Espíritu es estar lleno de Cristo (5:18). “Hablando entre nosotros” es la inmersión, es inculcar la palabra en el corazón. 

Efesios 4:15-16; Colosenses 3:14-16; 2:2; Mateo 1:23; Juan 15:1-5; 17:21-24; Apocalipsis 21:3

  1. El resultado es que seguiremos la verdad en amor y creciendo en todo a partir de la Cabeza. Dios está tejiendo un tejido de amor entre nosotros mientras servimos juntos. Esta es la edificación de la Iglesia y la multiplicación de la vida. El amor de Dios es el único elemento capaz de unir perfectamente los miembros del Cuerpo, de unir y tejer el tejido de amor. “Consolados y unidos en amor” (Colosenses 2:2) es coalescido, puesto en un tejido de amor. La edificación debe resultar en un tejido de amor. 
  1. El tabernáculo que Dios quiso que el pueblo construyera en el desierto es el lugar de habitación de Dios con nosotros, Emanuel (Mateo 1:23). La obra de la edificación es hacernos uno con Dios. Cristo es la vid y nosotros somos sus pámpanos. Los pámpanos y la vid son la misma cosa. Dios quiere esta entidad orgánica. No somos una entidad religiosa. Así como el Padre es uno con el Hijo, Dios desea introducirnos también en esa unidad orgánica. A medida que practicamos casa de adolescentes, al salir a predicar el evangelio, estamos siendo introducidos cada vez más en Dios; porque la obra final de Dios en Su edificación es hacernos totalmente uno con Él. 
  1. Después de esta obra de edificación, después de estar unidos al Padre y al Hijo, seremos parte de Dios. Dios, en el futuro, no será sólo Dios; Él será Dios con los hombres. La parte final de Apocalipsis 21:3, en la Biblia de Jerusalén, dice: “Ellos serán el pueblo de Dios, y Él, Dios-con- ellos, será Su Dios”. 

Juan 6:9; Apocalipsis 5:9-10; 1 Pedro 1:18-21; 2:9-10

  1. La expresión “dos peces” está vinculado al testimonio y al dominio. La vida animal está relacionada a la redención. De la vida vegetal vemos la multiplicación, pero de la vida animal vemos la redención. Cristo murió y, con Su sangre, compró para Dios a los de toda tribu, lengua, pueblo y nación y los constituyó reino y sacerdotes; y reinarán sobre la tierra (Apocalipsis 5:9-10). Y la redención está ligada al dominio, pues ella indica que el pecado entró en el hombre, es decir, que Dios perdió al hombre para otro reino, el reino del pecado y de la muerte. La redención tiene como objetivo rescatar al hombre de este reino para establecer el reino de Dios. 
  1. Dios creó al hombre para que pudiera dominar la tierra para Dios (Génesis 1:26). Con la caída, el hombre perdió esta función, porque al desobedecer a Dios, entró el pecado en el mundo y, por el pecado, también entró la muerte (Romanos 5:12). Así comenzó el hombre a vivir según la corriente de este mundo, según el príncipe de la potestad del aire, del espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia (Efesios 2:1-3). 
  1. Todas las cosas fueron creadas por Dios (Juan 1:3), suya es toda la tierra, sin embargo, Él no tuvo un pueblo que fuera Su propiedad especial, por eso llamó a los hijos de Israel para ser un reino de sacerdotes y nación santa. (Éxodo 19:5-6). Dios necesitaba redimir a un pueblo para Sí mismo, no mediante cosas corruptibles, como la plata o el oro; sino por la sangre preciosa, como de cordero sin defecto y sin mancha, la sangre de Cristo. 
  1. La oración que Jesús nos enseña revela este deseo de Dios: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre; venga Tu reino; Hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo (Mateo 6:9-10). En los cielos, en la esfera de la eternidad, donde Dios habita (Isaías 57:15), Su voluntad se hace sin el menor obstáculo; sin embargo, no ocurre lo mismo en la tierra. Pero ahora, a través de la sangre de Cristo, Dios ha redimido a un pueblo al que puede llamar Su posesión exclusiva y hacer de este pueblo una nación, un reino. 

Efesios 6:10-13

  1. Por eso, después de hablarnos de la edificación de la Iglesia en el libro de Efesios, Pablo nos habla de la lucha: Vestíos de toda la armadura de Dios. Contra la Iglesia edificada, las puertas del infierno no prevalecerán. Y cuando termine esta era de lucha, entraremos en el reino de Cristo, en el cual reinaremos con Él durante mil años. Después de este tiempo del reino milenial, Satanás será liberado y aún causará su última confusión, momento en el que Dios limpiará toda rebelión junto con Satanás hacia el lago de fuego. 

1 Corintios 15:23-26

  1. En el milenio, Cristo reinará hasta que todos los enemigos estén bajo Sus pies, y el último enemigo en ser destruido será la muerte. Entonces el Hijo mismo se sujetará a Dios, porque entregará el reino al Padre, para que Dios sea todo en todos (1 Corintios 15,24-28). Cuando esto suceda, las dispensaciones del tiempo terminarán. Ya no necesitaremos más el tiempo. Las dispensaciones de tiempo existen para que Cristo reine. Entonces, cuando todos los enemigos sean derrotados, todo estará bajo el encabezamiento de Cristo y Dios y todos seremos introducidos en la eternidad. Especialmente los vencedores, ya en el milenio, disfrutarán de un cuerpo espiritual. Y por los siglos de los siglos seremos sacerdotes de Dios, reinando por la eternidad con Él.

 

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