1.Todas las cosas en el universo son realizadas por la palabra (Hebreos 1:2-3). Por tanto, mientras el apóstol Pedro estaba vivo, él se esforzaría por recordar a otros esta verdad, para que siempre estuviera presente entre quienes la oyeron y la recibieron, incluso después de su partida (2 Pedro 1:12-15).
2.Los falsos maestros propagaron que Pedro, Santiago y Juan habían creado fábulas ingeniosas sobre la revelación de Jesús en el monte de la transfiguración. Sin embargo, el apóstol Pedro afirma que ninguna profecía proviene del hombre, sino de Dios. Y que los discípulos fueron testigos oculares sobre la revelación de Jesucristo, quien es, de hecho, el Hijo amado de Dios (2 Pedro 1:16-18).
3.La confirmación de la palabra profética pasa por la concretización de lo revelado por los apóstoles. La palabra que viene de Dios en realidad realiza Su obra. Por tanto, ella es como una antorcha que alumbra en lugar oscuro. Nos ubica, nos da dirección y seguridad. Si la seguimos, un día el amanecer llegará a nosotros. El amanecer es la venida de nuestro Señor Jesús, como lucero de la mañana, que saldrá en el corazón de los que Lo buscan (2 Pedro 1:19-21).
4.La unción que Dios puso en nosotros no es figurativa, sino que es una realidad espiritual que de hecho nos enseña y confirma la palabra: “Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él” (1 Juan 2:27) (Alimento Diario, Libro 2, semana 3, martes, pág. 43).
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