1.Los falsos maestros son como fuentes, en las cuales los sedientos buscan agua para saciar su sed; pero, estas fuentes no tienen agua y no sacian la sed de nadie. Son como nubes sin agua, impulsadas por los vientos; tienen apariencia de piedad, pero sin el poder de la vida (2 Pedro 2:17-19; Judas 12; 2 Timoteo 3:5).
2.Los falsos maestros alguna vez fueron personas que recibieron la palabra de la verdad y ya tenían conocimiento de Jesucristo, seguían a los apóstoles y habían escapado ya de las contaminaciones, sin embargo, retrocedieron y su condición empeoró de cuando eran incrédulos. Por eso, debemos valorar el poder de la palabra que cambia nuestra naturaleza y transforma nuestra alma (2 Pedro 2:20-22; Santiago 1:21).
3.Es importante que inculquemos la palabra en nuestro corazón a través de la inmersión, ya que así es como la realidad de Dios se transfiere a nuestra fe subjetiva. ¡El Señor está transformando nuestro ser interior! (Deuteronomio 6:1-9; 2 Corintios 3:18).
4.Para poder limpiarnos, la palabra debe ir acompañada de fe (Hebreos 4:2-3). Cuando Jesús estaba en la tierra, la misma palabra fue proferida a los doce discípulos, pero el corazón de uno de ellos no fue limpiado, porque no escuchó la palabra con fe. Amado lector, ¿Ha aprovechado la palabra que recibe? ¡Necesitamos oír la palabra con fe! (Alimento Diario, Libro 2, semana 3, domingo, pág. 56).
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