1.La palabra es la verdadera herramienta en la que debemos confiar. Todo es realizado por medio de la palabra. Por tanto, no confiemos en nuestra capacidad a la hora de servir a Dios. Necesitamos depositar nuestra confianza únicamente en la palabra. Ella tiene el poder de transformar nuestras vidas. No usemos estratagemas humanas, usemos la palabra para realizar la obra de Dios (1 Pedro 1:23-25; Santiago 1:21).
2.Lot no debía haber acumulado propiedad particular. Él debía ser como su tío Abraham, que dejó una tierra de idolatría y se fue, por fe, a un lugar sin saber a dónde iría. Así debemos ser en la Iglesia, desapegados de todo lo terrenal y material, y andar por fe (Hebreos 11:8; 1 Pedro 2:6-9).
3.Al oír la palabra y al sumergirnos en ella, somos liberados de todo apego material. Por tanto, los primeros hermanos generados en la Iglesia primitiva en Jerusalén estaban desapegados de sus bienes materiales, pues perseveraban en la enseñanza de los apóstoles y tenían comunión en la palabra. Este vivir producía en ellos el sentimiento de tener todo en común según la necesidad de cada uno (Hechos 2:42-45).
4.Cuando creímos en el Señor Jesús, nacimos del Espíritu y fuimos hechos Sus hijos (Juan 1:12). ¡Gracias al Señor, hoy tenemos la unción interior, el Espíritu que habita en nuestro espíritu! (Alimento Diario, Libro 2, semana 3, miércoles, pág. 47).
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