1.Si tenemos ojos malos, la palabra de Dios será mal vista por nosotros, mientras que, si tenemos ojos buenos, obtendremos bendición en la palabra del Señor, y así, nuestro corazón será sanado. Si estamos inmersos en la palabra en nuestro día a día, percibiremos las intenciones impuras de los falsos maestros (Mateo 6:22-23; 13:14-16).
2.El camino recto es el camino de la verdad, porque la palabra de verdad es el evangelio que predicaron los apóstoles. En ella está el poder de Dios. La palabra del hombre no tiene poder, pero la palabra de vida, dispensa vida eterna a la Iglesia y promueve la comunión de vida para el crecimiento de los miembros con miras a la edificación del cuerpo de Cristo (2 Pedro 2:15-16; Efesios 1:13; Colosenses 1:5; 2 Corintios 6:7).
3.Gracias a Dios, hoy, nuestros trabajadores que predican el evangelio del reino en las calles son como siervos, evangelizando sin salario ni reconocimiento (1 Corintios 9:9-14); obtienen su sustento de la misma provisión que viene de la predicación del evangelio. No son asalariados de nadie, ya que rinden cuentas directamente ante Aquel que los llamó: el Señor Jesús.
4.Cuando todos los miembros del Cuerpo hablan entre sí la palabra anunciada por el apóstol, son llenos del Espíritu: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Efesios 5:18-19) (Alimento Diario, Libro 2, semana 3, sábado, pág. 54).
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