1.No depende de quien quiere ni de quien corre, si no de Dios que tiene misericordia. La obra de Dios no acontece por nuestro esfuerzo o capacidad, sino por la palabra de Dios, que da dirección y tiene el poder de accionar el Espíritu, el cual hace milagros, de tal modo que la palabra sea ejecutada en medio nuestro (Romanos 9:16; Gálatas 3:5).
2.No vamos más a lamentarnos con el “síndrome de pobrecitos”, de que no tenemos nada. ¡No! Nosotros tenemos todo, tenemos la promesa de Dios, tenemos la palabra, tenemos el poder de Dios, tenemos el Espíritu, que es el propio Dios Todopoderoso, que puede hacer todas las cosas. Solo basta que accionemos ese poder por la fe en la palabra de Dios (Gálatas 3:14, Génesis 17:1; 2 Pedro 1:3).
3.Todos recibimos una fe igualmente preciosa. Ahora depende de cómo trabajamos con la fe, con la palabra. Vamos a usar todo lo que Dios nos dio y trabajar para el Señor. Vamos a confiar en la palabra y permitir que el Espíritu opere milagros entre nosotros, acelerando la realización de la obra de Dios para apresurar el regreso del Señor (2 Pedro 1:1, 5; 2 Pedro 3:12).
4.“Cuando la fe objetiva fue proyectada a nuestros corazones, convirtiéndose en la fe subjetiva, obtuvimos todo lo necesario para poder participar de la naturaleza divina. Solo después de esto podremos liberarnos de los deseos que hay en el mundo” (2 Pedro 1:4) (Alimento Diario, Libro 6, Semana 3, lunes, Pág. 42).