1.Volver a la práctica de la ley es volver a los rudimentos del mundo. La práctica de la ley quiere llevarnos de nuevo a seguir reglas religiosas como: “haga esto, no haga aquello”, “en el pasado no era así en la Iglesia”. El Espíritu quiere provocar una conversión y usted se rehúsa a hacerlo, diciendo que antes no era así. De esta manera, el Espíritu no es libre de realizar la conversión. No quede preso a las ordenanzas (Colosenses 2:20-23).
2.Hoy, si seguimos a Cristo, ¡somos gobernados por la Palabra! La practica de la ley para perfeccionar la carne no nos conduce al Espíritu, sino que agranda nuestro ego, llevándonos a pensar que estamos en un nivel que los demás no pueden alcanzar. ¡Abandonemos los rudimentos de la ley y dependamos del Espíritu! (Gálatas 5:1-12).
3.Nosotros necesitamos colocar nuestra mente en el Espíritu, no en la carne. En el Espíritu hay libertad, porque Él sopla donde quiere y no sabemos de dónde viene ni adónde va. Hoy, Dios necesita muchos “Abraham”, ¡que simplemente sigan al Espíritu dondequiera que vaya! Así es como el Señor cumplirá Su voluntad (Juan 3:8; Gálatas 5:16-23).
4.“El señor es justo y un día todo será juzgado. Por eso, valoremos el poder de la palabra, que cambia nuestra naturaleza y transforma a nuestra alma, para que no seamos engañados por palabras bonitas pero vacías. Al inculcar la palabra nuestros corazones a través de la inmersión, la realidad de Dios se transfiere a nuestra fe subjetiva, y así continuamos recibiendo vida a través de la palabra de verdad (Eclesiastés 12:14; Deuteronomio 6:6-9; Efesios 1:13- 14; Juan 6:63; 17:17)” (Alimento diario, Libro 7, Semana 2, domingo, pág. 34).