- En un ambiente aterrador y lleno de presión, Pedro, quien se consideraba muy fuerte, negó al Señor en tres ocasiones y posiblemente llegó a pensar que el Señor ya no lo amaba. Muchas veces, ésta también es la forma en la que actuamos y pensamos. No nos desanimemos, porque el Señor no nos abandona, al contrario, Él siempre nos llama: “y a Pedro” (Marcos 14:66-72; 16:1-8; 2 Pedro 3:9).
- Estamos obedeciendo la comisión de predicar el evangelio. Estamos yendo a todo el mundo, donde el Señor abre una puerta, allí estamos. Así que no tengamos miedo de los demonios, de los ángeles caídos o de los ataques, nuestro Señor ya recibió toda la autoridad y Él es la cabeza de la iglesia (Marcos 16:14-20).
- La palabra es confirmada por el Señor a través de las señales que nos acompañan. Así que no se trata de hablar nuestro propio mensaje, sino de transmitir la palabra del Señor. No se trata de hacer nuestra propia obra, sino de llevar a cabo la orden que viene por la palabra. ¡La presencia del Señor está en la palabra! (Marcos 16:19-20; Lucas 24:13-35, 44-53)
- No vivamos limitados por la lógica y razonamientos humanos, por lo visible. Dejemos que el Señor nos conduzca a la dimensión de la eternidad, donde Él vive (2 Corintios 4:18) (Alimento diario, Libro 1, Semana 2, jueves, p. 31).